Yusuf durante una presentación en Viena. El cantante cumple 50 años de carrera profesional. Foto: Agencia AFP
En estos tiempos en que lo islámico está asociado con la violencia y la crueldad, el cantante británico Yusuf persiste en hacer de su música un ministerio que defienda y promulgue en Occidente el lado pacifista de su religión, a la cual se convirtió en 1978 luego de una larga búsqueda espiritual. Esa búsqueda persiste hasta hoy.
En medio del actual ambiente de tensión en Europa y Estados Unidos por los ataques terroristas asociados al yihadismo, Yusuf presentó este fin de semana el álbum ‘The Laughing Apple’, un trabajo en que se proclama feliz por la obra que Dios ha construido en su vida, aunque también hay lugar para otros temas. Que el disco se haya lanzado el viernes 15 de septiebre d 2017, justamente cuando hubo un atentado terrorista en el Metro de Londres, es toda una ironía del destino.
También resulta desconcertante que Yusuf hurgue tanto en el pasado, sobre todo en esa etapa mundana que se supone dejó atrás, cuando los ‘rankings’ comerciales y los afiches de conciertos lo conocían como Cat Stevens, el chico genio del folk cuyo álbum debut, ‘Matthew and Son’, alcanzó a colocarse entre los 10 más vendidos de Inglaterra.
Cat Stevens en realidad era el seudónimo de Steven Demetre Georgiou, hijo de un greco-chipriota y una sueca, nacido en Londres en 1948 y que tuvo un éxito inusitado a los 19 años con su guitarra juguetona, su rostro cuasi-infantil, su voz dulzona y canciones folk coreadas por un público ávido de poesía al estilo de Bob Dylan.
Era la época en que el folk entraba a una coctelera con el jazz, el blues y el rock’n roll y arrojaba grupos como Byrds o Lovin’ Spoonful, que hacían música para “pasarlo bien”; pero también generaba cantautores más solemnes, profundos y serios, que buscaban interpretar el mundo, como el mismo Dylan pero sobre todo el dúo Simon & Garfunkel.
De esta última vertiente bebió Cat Stevens, que asumió la misión de darle un sentido poético, lírico, a lo que ocurría alrededor, no solo porque Dylan y The Beatles ejercían una enorme influencia, sino porque el entorno del chico lo conducía por ese camino.
Hábil pianista y guitarrista, en el colegio solo se destacaba en las materias artísticas. Los compañeros lo agredían por envidia. En casa, la familia era abierta al arte y Cat Stevens pensó en hacerse dibujante de cómics, pero decidió ser cantante porque el público respondía favorablemente a sus presentaciones. Su hermano David lo convenció.
Optó por ser solista (no se veía en una banda) y comenzó con el seudónimo de Steve Adams, pero rápidamente adoptó el de Cat Stevens. Eligió ‘Cat’ porque su novia le decía que tenía ojos de gato.
El triunfo de ‘Matthew and Son’ le permitió ganar una gran reputación como compositor y hasta vendió una canción, la famosa ‘The First Cut Is the Deepest’ que significó un éxito para la cantante de soul Patricia Ann Cole. Lo curioso es que Cat Stevens incluyó esa canción en ‘New Masters’, su segundo álbum, pero no tuvo éxito. Ese fracaso golpeó en su ánimo.
Luego vino la tuberculosis que casi mata a Cat Stevens en 1969 y se dice que de esa experiencia, que le costó un año entero de estar alejado de los escenarios, provienen sus reflexiones serias sobre su existencia. Incursionó en el yoga, se volvió vegetariano y se sumergió en la búsqueda de una respuesta en las religiones.
La convalecencia también le dio tiempo para componer y para reenfocar su carrera y dejarse la barba. Apareció Paul Samwell-Smith, bajista de The Yardbird, una banda más bien de rhythm & blues, que también era productor. Y otro socio fue el guitarrista Alun Davies. Con estos aliados, Cat Stevens construyó su sonido y su triunfal carrera hasta 1978.
De esta época son las canciones ‘Father and Son’, ‘Peace Train’, ‘Moonshadow’, ‘Wild World’, y ‘Morning Has Broken’, entre otras, que le permitieron conquistar Estados Unidos. Con su mancuerna grabó 9 álbumes y todos entraron al ‘top’ 20 tanto en EE.UU. como en Inglaterra.
El estrellato y el dinero, pero también el salvarse de morir ahogado en Malibú, profundizaron la crisis espiritual de Cat Stevens, quien decidió hacerse musulmán, renunciar a la carrera de rock star, subastar sus guitarras y dedicarse a estudiar para ser maestro del Corán. Y se cambió de nombre a Yusuf Islam. Lo dejó todo.
Bueno, no todo. En 1979 se casó con Fauzia Mubarak Ali, con quien tiene cinco hijos. Siempre ha vivido de los derechos de autor y de los recopilatorios, además de que musicalmente se enfocó en el género confesional. Entre 1995 y el 2014 publicó 13 discos religiosos, con títulos como ‘The Story of Adam and Creation’.
Y aunque quiso ser discreto, no escapó de algunas polémicas. En 1989, cuando el escritor Salman Rushdie fue condenado a muerte por el ayatolá iraní Jomeini, Yusuf Islam no lo defendió lo suficiente y fue criticado por esa tibieza.
Rechazó los ataques del 11 de septiembre del 2001 y afirmó que el Islam es una religión de paz; pero en el 2004 se supo que donó dinero a la agrupación terrorista palestina Hamas, lo cual le costó bochornosos incidentes en aeropuertos de EE.UU. e Israel. También ganó juicios por difamación a diarios que lo acusaron de tener vínculos con el terrorismo.
Un nuevo proceso de reflexión lo llevó a concluir que no debió renunciar a su carrera. “El mundo cambia y yo también”, fue su justificación. Y con el nombre de Yusif, sin el apellido Islam, retomó en el 2006 el folk que lo hizo famoso
Luego de tres álbumes llega ‘The Laughing Apple’, en que Yusuf parece reconciliarse con ese Cat Stevens del que una vez se avergonzó. Otra vez trabajó con Samwell-Smith y Davies, con quienes reinventó algunas canciones de los viejos tiempos. Otra vez dibujó la portada. Es tan nostálgico, que debió firmarlo como Cat Stevens. Aunque no importa cómo se llame, sea Demetre, Adams, Cat o Yusuf. Es el mismo: el que nunca dejó de preguntarse “¿quién soy?”.