Vicente Chato recoge los relatos kichwas de su pueblo Ambatillo

Vicente Chato muestra algunos de los escritos que guarda en su biblioteca, la cual está localizada en Ambatillo Alto. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Vicente Chato muestra algunos de los escritos que guarda en su biblioteca, la cual está localizada en Ambatillo Alto. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Vicente Chato muestra algunos de los escritos que guarda en su biblioteca, la cual está localizada en Ambatillo Alto. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Al calor del fuego, Alejandro ­relataba a su familia los cuentos y leyendas que los taitas y mamas narraban sobre la comunidad kichwa Ambatillo Alto, ubicada al oeste de Ambato, en Tungurahua.

Años después, su hijo Vicente Chato afirma que creaba en su imaginación los escenarios de cada historia. Esas escenas despertaron su interés por la lectura y por recopilar esos relatos que, antiguamente, se transmitían de padres a hijos.

Vicente guarda en su memoria los momentos que compartía junto a sus padres y hermanos sentados frente el fogón de la casa, mientras preparaban los alimentos o merendaban. También, era el momento de los consejos y enseñanzas de sus progenitores.

En el 2008, a través de entrevistas e investigaciones con su padre y otros ancianos del pueblo, decidió recoger esos testimonios. En el trabajo de recopilación le ayudó su amigo Flavio López. Actualmente, tiene en su archivo al menos 60 cuentos y leyendas que aún no han sido publicadas.

Cuando fue profesor bonificado de primaria -en su comunidad y en otros sitios- a más de enseñar a sumar y a leer a sus alumnos, les contaba esos relatos. El objetivo era causar expectativa en los niños para que sean los guardianes de esos conocimientos andinos.

Chato explica que cada cuento trae un mensaje para quienes escuchan y eso es lo importante. En su trabajo escrito en kichwa y español, está la memoria viva de ese pueblo.

Lamenta que la costumbre de reunirse alrededor del fogón se pierda poco a poco, debido a que las nuevas generaciones se ocupan más en las redes sociales. “Esto sucede en el mundo urbano y rural, en las escuelas ya nadie relata los cuentos, historias y memorias de las comunidades”.

Vicente explica que cada cuento o leyenda es una enseñanza para el pueblo kichwa, porque tiene sabiduría y un mensaje. Títulos como El monte Saguatoa, El Janantio (transformación del hombre en toro), El lobo, El cóndor, ‘El conejo, El Saguatoa con la Mama Tungurahua, Juan Osito… son parte de las recopilaciones.

Vicente, quien viste pantalón y camisa blancos y un poncho azul de lana de borrego, narra el cuento de El monte Saguatoa. Según la leyenda, en las faldas del Chimborazo había mucho oro y plata. Una noche, varios jinetes llevaban estos tesoros en caballos desde el Chimborazo hacia el Saguatoa.

Una vez que llegaron al sector denominado Rampala, una voz fuerte gritaba para que la puerta se abriera. Una de las yeguas se asustó y botó en el monte la carga. Un hombre humilde que caminaba por el páramo miró lo ocurrido.

El narrador continúa y dice que los jinetes no encontraban esa carga, pues el caballo estaba encima de las joyas y se oyó una voz en el interior del cerro que decía: “¡Entren, aquí está!” Los jinetes ingresaron y la puerta del monte Saguatoa se cerró y la yegua se levantó.

El hombre encontró la carga y, con recelo, al otro día la envolvió con paja y retornó a su choza en el pueblo. Al destapar encontró las alhajas. Con el dinero compró terrenos, casas y ropa para sus hijos. Su hermano fue a averiguar en dónde había conseguido tanto dinero.

Tras oír la narración, pronto emprendió viaje sin antes matar a uno de los mejores caballos. Le sacó la piel y caminó al sitio, pero regresó con las manos vacías y bajo una fuerte lluvia. “Eso deja un mensaje: que no hay que ser envidioso ni ambicioso”.

El investigador cultural y director de la Casa de la Cultura de Tungurahua, Fernando Cerón, explica que estas obras son importantes porque aportan a la recuperación de las creencias ancestrales.

Dice que son interesantes porque se adentran en diálogos interculturales ancestrales. Allí sobresalen el páramo al que se lo resalta como el dador de vida y la vinculación entre el runa y este paisaje.

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