Los balnearios naturales de Misahuallí son parte de los atractivos que se promocionan junto a las comunidades nativas. Allí se ofrecen recorridos y actividades recreativas. Fotos: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Los rituales de la nacionalidad kichwa, las rutinas cotidianas y la comida típica de la Amazonía conforman la oferta del Centro Turístico Sinchi Warmi. El sitio, situado en la parroquia Misahuallí, en Tena, promete a los visitantes la oportunidad de conocer las prácticas culturales de las comunidades y disfrutar de actividades al aire libre en la selva.
El Centro Turístico está cerca de la carretera Tena – Misahuallí, a 15 minutos de la capital provincial, a través de una vía que está asfaltada.
El emprendimiento está atendido por 15 socios de ocho familias kichwas. Ellos fueron capacitados en la Escuela de Turismo Comunitario, promovida por la organización no Makita Cusunchic y por el Gobierno Provincial de Napo.
“Varios chefs nos enseñaron a estilizar la comida y otros expertos nos mostraron cómo podíamos mejorar la atención para ofrecer un servicio de calidad y así ganar la atención de otros públicos”, cuenta Sofía Alvarado, una de las socias.
Cuando la organización se inició en 2000, 20 socios formaron parte. Ellos se organizaron para hacer mingas y tejer techos de paja toquilla con la misma técnica que usaban sus abuelos en las comunidades.
En un inicio solo se construyó la choza para instalar el restaurante y un espacio para venta de artesanías. Pero los visitantes no llegaban y la organización, a la que llamaron Sinchi Warmi (mujeres fuertes), por la lucha que representó en sus comunidades y hogares, estuvo cerca de disolverse.
“Nadie nos conocía y nuestros productos turísticos no estaban bien estructurados porque no teníamos ningún conocimiento”, cuenta Alvarado. Sin embargo, el panorama cambió cuando las socias decidieron sumar al menú el servicio de hospedaje.
La exhibición y venta de artesanías es parte de este emprendimiento.
Para el 2008 las mujeres ya pudieron legalizarse oficialmente como organización comunitaria y recibir el apoyo de organizaciones no gubernamentales. Ese año lograron construir tres chozas más, y hoy cuentan con capacidad para alojar a 34 personas.
Además, todos los socios se capacitaron y se especializaron en áreas distintas, como gastronomía, administración, guianza, servicios hoteleros, y otras áreas. Sus conocimientos ayudaron a armar todo el menú de servicios.
Los visitantes son recibidos con un vaso de guayusa helada con panela y limón. La primera actividad disponible es un recorrido guiado por el Centro Turístico y por un sendero natural de 800 metros.
En el trayecto los visitantes conocen la forma de vida de los nativos y participan del ritual de la Wayusa Upina, que consiste en compartir una taza de te de wayusa mientras los ancianos aconsejan, se comparten los sueños de la noche anterior y se planifica el trabajo.
“Cuando se sueña con monos o serpientes, no se sale a trabajar porque significa que algo malo puede suceder”, explica Betty Chimbo.
El recorrido dura una hora y media, y concluye en una pequeña capilla rústica donde la mayor atracción es una virgen tallada por artesanos indígenas. La capilla está disponible también para bodas y bautizos.
En el restaurante se ofrece un menú de siete platos típicos, aunque también hay platos de cocina internacional. Pero las más demandadas son las recetas antiguas indígenas.
Hay maytos de tilapia o pollo con una ensalada, arroz, y menestra, tortillas de verde, caldos de pollo, y postres con chocolate artesanal.