Rufino Masaquiza dirigió el ritual del Kuya Raymi realizado en septiembre pasado, en la plaza de Llika Kama. Fotos: Glenda Giacometti y Modesto Moreta / EL COMERCIO
Un día antes de realizar el ritual de la ceremonia andina del Kuya Raymi (Fiesta de la siembra o de la fertilidad), el yachak (sabio en español) Rufino Masaquiza se llenó de buenas vibras.
Él caminó solo hacia el Kinllurko (cerro protector), considerado como el sitio sagrado de los habitantes indígenas salasakas, para absorber la energía de la Ashpa Mama (madre tierra). Encendió el fuego y lo alimentó con sahumerio e inició el ritual al mediodía.
Levantando las manos y cerrando sus ojos, el sabio entró en trance como una forma de comunicación con los espíritus y para conectarse con la naturaleza y el universo. “Ella me da sabiduría y energía para poder transmitir todos mis conocimientos”, dijo Masaquiza.
El ritual duró 30 minutos. Este yachak es uno de los investigadores de la cultura Salasaka y de los saberes ancestrales de su pueblo. Trabaja en el rescate de su cultura a través de la difusión de sus conocimientos a los niños y jóvenes en las fiestas a las que asiste, especialmente a los raymis.
En septiembre pasado, Masaquiza dirigió el ritual de agradecimiento del Kulla Raymi en la plaza central de Llika Kama, en Salasaka. En la cruz andina o chacana -para los pueblos ancestrales-, colocó los granos, frutas y otros productos. Luego los bendijo agradeciendo a la Madre Tierra y al Taita Inti (padre sol). Además, fijó en los cuatro puntos cardinales algo alusivo a los cuatro elementos.
Estos saberes también los transmitió a los infantes de la escuela Katitahua donde fue fundador y profesor. El propósito era que aprendan cada uno de los rituales de las cuatro fiestas del calendario lunar como el Kuya Raymi, Pawkar Raymi y el Inti Raymi. “Seguimos sembrando la semilla que poco a poco da sus frutos. Ahora estamos recuperando estos saberes”, señaló Masaquiza.
Masaquiza va constantemente a la montaña de Kinllurko (cerro protector) para hacer sus rituales.
Esta sabiduría la transmitieron sus abuelos y padres cuando era joven. Además, investigó a los taitas y mamas del pueblo. En 1989 viajó a Bolivia donde los sacerdotes, que dirigían las ceremonias y rituales en sitios sagrados, le transmitieron esos conocimientos.
A su retorno decidió iniciar con los rituales en la comunidad, no sin antes investigar sobre estas ceremonias con los más ancianos. Con esos saberes los puso en práctica. Cuando fue presidente del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT) participó en el levantamiento de 1990.
También, indagó en la procedencia de los salasakas. Allí determinó que eran mitimaes que fueron traídos por los incas para enseñar las técnicas del tejido, la arquitectura, la música y otros saberes.
Cuenta que las fajas que utilizan las mujeres kichwas-aymaras, en Bolivia, son similares con las figuras, las técnicas del acabado y los colores, a las que elaboran en su pueblo. “En el Ecuador a parte de los saraguros que también son mitimaes, no hay otros pueblos que hagan algo similar”.
El experto de la cultura Salasaka, Rafael Chiliquinga, asegura que el trabajo que realiza Masaquiza es importante porque ha investigado todo lo relacionado a los saberes ancestrales. Por todo lo que conoce lo han invitado a participar en varias ceremonias andinas.
Además de enseñar a los niños esos conocimientos Masaquiza es un experto en cosmovisión indígena. “A partir de esto la juventud comenzó a dar importancia y aprender”.
En la comunidad ya hay chicos que están fortaleciendo esos saberes y practicándolos.