Ernesto y Mario Baltazar son los dos músicos que están incentivando la interpretación de canciones ancestrales. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Ernesto Baltazar canta en kichwa las canciones que compone. También, en su música fusiona los instrumentos andinos como el bombo, el rondador, el pingullo, el redoblante con la batería, el saxo y la guitarra.
A pesar de eso, los ritmos autóctonos que identifican a los habitantes del pueblo Chibuleo, en Tungurahua, se mantienen intactos.
Baltazar es un músico oriundo de esta comunidad y no ha dejado de vestir con pantalón y camisa blanca y poncho rojo. Cuenta que tras cinco años de investigación con los antiguos músicos y taitas de la comunidad logró rescatar estos sonidos que poco a poco se pierden en su comarca ubicada en la vía Ambato-Guaranda.
Su música es una mezcla de lo ancestral y lo moderno. “Nuestra música ancestral ahora tiene toques actuales la idea es atraer a los niños y jóvenes, eso lo estamos consiguiendo en las presentaciones en el escenario”.
Para Baltazar el propósito es lograr que en su comunidad se cante en kichwa, porque hay niños y jóvenes que perdieron su cultura, sus padres no les enseñan. “Esa es una forma de recuperar la vestimenta, el idioma y que aprendan de las melodías autóctonas y que comiencen a tararear en kichwa”.
Con todos estos arreglos grabaron su segundo CD. El álbum lleva por título Mash Kay Kuyay o Libro abierto. Baltazar comenta que la idea es mostrar a la gente que Chibuleo también tiene su música, sin adoptar ritmos de otros pueblos ancestrales.
Una melodía que poco se escucha es la que interpretan los músicos locales cuando van a la minga. Lo hacen con el bombo y el pingullo. “Los taitas no recuerdan el nombre de esa melodía, pero nosotros lo recogemos en nuestro disco y estamos por adoptar un nombre que le identifique”.
Un segundo ritmo que fusionaron es el sawari o matrimonio que es la música que bailan los padrinos y el novio cuando van a retirar a la novia de su casa antes de la ceremonia. Ellos mientras avanzan, danzan al ritmo de esta melodía. La gente se identifica con esta melodía que es propia de los habitantes de Chibuleo. Los instrumentos que utilizan son el bombo y el pingullo.
Otro de los integrantes es Mario Baltazar. Él explica que la tarea de difundir estas melodías no es fácil, pues son pocas las presentaciones a las que les invitan. Buscan espacios en fiestas populares y de la propia comunidad. La idea es que los más jóvenes se sumen a esta propuesta que busca mantener viva su cultura.
“Cuando nos presentamos lo primero que hacemos es entonar estas melodías con la finalidad de que le gente comience a identificarse con la música ancestral pero con toques llamativos, juveniles y modernos. Tenemos cierto éxito, pero falta más apoyo de las autoridades”, dice Baltazar.
Su trabajo de investigación también se centró en la recuperación de un instrumento musical desaparecido en la comunidad. Es similar a una flauta pero enroscada, similar a la de un caracol, no sabemos qué tipo de sonidos emitía.
El joven, de 20 años, tiene experiencia en producción musical. Explica que fusionar la música autóctona con ritmos modernos es complicado, puesto que algunos instrumentos como el pífano y la ocarina son monótonos, es decir, no tienen una línea melódica pero acompañan al ritmo. También, a la flauta hay que afinarla para adaptarla a las notas de la guitarra. “Son semanas y meses que trabajamos fusionando las melodías de nuestro pueblo con los sonidos modernos, pero lo estamos logrando”.
Para Baltazar, el Danzante es otro de los ritmos recuperados. “El propósito es que nuestra música no solo se conozca en el país sino a escala internacional. Será una herencia para las nuevas generaciones”.