Jaqueline Álvarez, directora del museo se autodefine como montuvia. Enrique Pesantes / EL COMERCIO
La etnicidad de Manabí con sus campesinos montuvios y con una identidad como la del cholo pescador, cuyos usos y tradiciones están reflejados en artesanías y herramientas de trabajo, marca la sala de exposición ‘Manos que trabajan’ del Museo y Archivo Histórico de Portoviejo.
El refaccionado repositorio, ubicado en el centro de la ciudad, reabierto en febrero tras las afectaciones del sismo del 16 de abril de 2016, rastrea la identidad manabita hasta la ancestralidad en la muestra ‘Resplandor aborigen’. En la sala se recorre los trabajos en metal de las culturas prehispánicas de la Costa.
La muestra etnográfica, por su parte, presenta herramientas como la catanga, un instrumento de pesca artesanal ancestral elaborado en caña con forma de cilindro, utilizado para atrapar peces y camarones de agua dulce.
La museografía de la sala incluye nuevos elementos, entre ellos muestras de artesanía local: petates, tejido de mocora y canastos de cabuya, instrumentos usados en el tejido de sombreros de paja toquilla o monturas de madera utilizadas en zonas rurales.
También recrea un altar de una casa campesina, como los utilizados en la celebración de los chigualos navideños, fiesta de cantos, villancicos montuvios, coplas y juegos en honor al Niño Jesús.“En las visitas de estudiantes, los mediadores ponen a los niños a improvisar un amorfino o chigualo como una forma de mantener viva la tradición”, dice Jaqueline Álvarez, directora del Museo.
El Museo y Archivo Histórico exhibe fragmentos de objetos encontrados en dos prospecciones arqueológicas realizadas en el centro de la ciudad.
La exposición ‘Resplandor aborigen’ cuenta con más de 80 piezas de cerámica y metalurgia prehispánica pertenecientes a las culturas Guángala, Jama-Coaque, Bahía, Tolita, Manteño, Milagro-Quevedo.
La muestra exhibe la metalurgia precolombina con un desarrollo más extendido en los períodos de Desarrollo Regional y de Integración, compuesta por objetos arqueológicos de cobre, plata u oro.
Entre los objetos exhibidos hay narigueras doradas de cobre con enchape de láminas de oro. El cobre fue trabajado en aleaciones cobre-arsénico, cobre-estaño, cobre-plata, cobre-oro. Las culturas prehispánicas utilizaron soldadura que les permitió adicionar detalles.
Entre los objetos utilitarios se exhiben azadones, arpones, anzuelos, cinceles, hachas, monedas y agujas; y entre los objetos suntuarios hay hachas ceremoniales, máscaras, collares y brazaletes. Álvarez explica que los metales en la época aborigen desempeñaron su rol principal en el dominio de lo simbólico, tanto en el ámbito secular como religioso.
El metal representaba un mensaje de jerarquía, riqueza, poder político, además de reforzar el poder afectivo de los objetos de culto religioso. Una representación en cerámicas de la cultura Jama-Coaque muestra una figura femenina con traje ritual, que ostenta ofrendas de objetos metálicos.
El Museo también exhibe una colección privada de torteros o fusayolas prehispánicas, pertenecientes a Alexandra Cevallos. Son pequeños botones de cerámica con diseños geométricos, de flora y fauna, o del entorno aborigen, usados como contrapeso en el huso y telar.
Las piezas de cerámica en su mayoría de forma cónica representan en su diminuta superficie ahuecada a diversos animales: el pelícano, la zarigüeya y el búho y también ranas, peces, culebras, lagartos: una muestra de la fauna conocida de la zona.