Un par de piedras de tonalidades verde y gris se pasa por todo el cuerpo. El objetivo es que haga las veces de una ecografía para poder diagnosticar una enfermedad.
Es una tarea que la realiza la azuaya Delfa Iñamagua, quien desde hace 40 años atiende a través de la medicina ancestral. Su especialidad: las piedras.
Con estas detecta problemas de gastritis, hígado, artritis, malestares estomacales, tensiones, entre otras.
Iñamagua, de 52 años, sabe con exactitud por qué partes del cuerpo pasar sus piedras, algunas obtenidas de los ríos y otras que le han regalado.
A esa revisión se sometió Guadalupe Barreto, quien no podía contener su llanto por el dolor. Le diagnosticaron que tenía problemas musculares, de las arterias y la presión. Barreto dijo que semanas antes un médico le dijo lo mismo.
“Aquellas piedras no solo tienen la función de diagnosticar la enfermedad, sino también sanan el momento que recorren el cuerpo”, dice Iñamagua.
Barreto asegura que con dos sesiones y algunos jarabes reconstituyentes, se siente más aliviada de sus males.
Este tipo de prácticas cuenta con el aval del Estado.
Por eso, un grupo de aproximadamente 30 mujeres del cantón azuayo Sígsig consiguió un espacio desde hace cuatro años en el Centro Cantonal Agrícola de Cuenca.
Allí atienden los miércoles y sábados. En tres áreas acomodan sus implementos: plantas, aguas, jarabes y aceites para atender a sus pacientes.
A Iñamagua le causa cierta molestia que todavía existen personas que se expresan de forma peyorativa hacia la medicina ancestral y no reflexionan sobre la importancia de posicionar la interculturalidad y este tipo de conocimiento.
Con este criterio coincide el exministro de Salud, Édgar Rodas, al señalar que la medicina ancestral reúne la sabiduría de siglos y que científicamente es válida e importante, porque entiende la cultura y el modo de ser del humano.
Además, considera que estos criterios existen porque hay “ignorancia” por parte de la población. La medicina convencional, por ejemplo, no hace referencia al mal de ojo y por medio de los saberes ancestrales se alivia estos males.
La cuencana Daisy Salazar, de 35 años, llegó con sus gemelos de 25 días de nacidos, porque pujaban y no podían conciliar el sueño. Ella pidió que Zoila Suqui, de 54 años, y su hija, Lucía Zhunio, de 32 años, les atendieran.
Las mujeres recostaron a los niños en una camilla improvisada hecha en madera. Allí empezaron a pasar un atado de hierbas y un huevo por el cuerpo de los niños. También usaron plumas con las que recorrían los torsos de los niños.
Según Suqui, ayudan a sanar el malestar del niño, que muchas veces es a causa de las malas energías de los adultos por sustos, cambios de horarios de sueño y la alimentación.
La Dirección de Salud del Azuay tiene un registro de 315 mujeres que atienden en la provincia con medicina ancestral.
Según el coordinador zonal de la región 6 del Ministerio de Salud, Marco Freire, se ha efectuado un proceso de legitimización de las personas que tienen sus conocimientos en medicina ancestral. Asimismo, este año hubo 56 talleres con los agentes que practican estos saberes.
Además, impulsan ocho redes con 30 personas que manejan ese conocimiento.
El objetivo es que trabajen en coordinación con el Ministerio de Salud, a través de un intercambio de saberes.
El cantón Sígsig es uno de los sectores donde se impulsa esta red. Un ejemplo de ello son las hermanas María del Carmen y María Nieves Yare, de la parroquia Ludo. Estas mujeres suelen atender todos los fines de semana en el Subcentro de Salud de este poblado.
Ellas son la cuarta generación de una familia que conoce los ‘poderes curativos’ de plantas y remedios naturales. Por ello, dividen su tiempo en atender en su casa, en Cuenca, y en el Subcentro de Salud de Ludo.
Para Rodas, es importante que exista un diálogo entre las medicinas convencional y ancestral, porque las dos son complementarias. El médico dice que ha trabajado conjuntamente con parteras y que, en el país, existen casas de salud donde ellas aplican su conocimiento, principalmente en Otavalo y la Amazonía donde su papel es importante.
Rodas también indica que hay que diferenciar a los charlatanes de las personas que manejan este tipo de conocimiento ancestral. Con esto coincide Iñamagua al señalar que lo que les certifica su sabiduría y que sus precios son económicos: de USD 2 hasta USD 20.
Iñamagua, desde hace dos meses, atiende en el Subcentro de Salud Pumapungo de Cuenca. Su deseo es que otras compañeras ocupen este espacio y, también, encontrar nuevos sitios. Para el próximo mes prevén abrir un área en el Municipio del Sígsig.
En contexto
Las prácticas de los saberes ancestrales y de la medicina tradicional -como el parto natural en las casas, el tratamiento con plantas y hierbas- son algunas de las técnicas que el Estado reconoció, a través de la Constitución, desde el 13 de septiembre de 1999.