Manuel Calazacón, guía del Museo Tsáchila, realiza rituales con el fin de prepararse para la fiesta tradicional Kasama. Foto: María Victoria Espinosa / EL COMERCIO.
Para la cultura tsáchila, el dios de la naturaleza más poderoso es el sol. Por eso cada año realizan un ritual en su conmemoración.
Esa ceremonia se inicia cada marzo, con la fiesta Kasama, y culmina en junio, con una celebración similar al Inti Raymi, una fiesta típica de los pueblos indígenas andinos.
El chamán Manuel Calazacón señaló que los ancestros crearon la celebración de la fiesta Kasama (Nuevo Amanecer) para conmemorar a la nueva época de cosecha. “Para esta fecha ya mermaba la lluvia y el sol ayudaba a cosechar nuestros cultivos”.
Por tres días, los chamanes y miembros de las siete comunas se reunían para pedir al dios del sol el florecimiento de los sembríos y la pesca en ríos.
También se consideraba una época para agradecer por los frutos que les daba la tierra.
Sin embargo, esa tradición ha ido cambiando en los últimos 100 años, según la Gobernación Tsáchila.
Los ancestros tsáchilas empezaron a realizarla en 1660, de acuerdo con documentos históricos de la nacionalidad.
Los chamanes hacían los rituales cuando el ciclo lunar coincidía con la luna nueva.
El promotor cultural tsáchila, Henry Calazacón, afirmó que antes el Kasama era una actividad netamente chamánica, en la que las familias se reunían para brindar tributo al sol y para despojarse de las malas energías. “Si les iba mal en la pesca o caza, se ofrecía un tributo para que la suerte cambiara”.
Pero con el pasar de los años, las familias empezaron a llevar alimentos a ese ritual.
Además con los instrumentos musicales se empezaron a organizar bailes y convivencias familiares, luego de los rituales chamánicos.
Según Calazacón, antes la música era utilizada únicamente para invocar a los espíritus de los ancestros y a los dioses de la naturaleza.
Por eso, los instrumentos de viento emulan los sonidos de los ríos, la lluvia, el mar y el bosque. Pero poco a poco empezaron a crear canciones alegres para compartir en familia durante la fiesta Kasama.
Otro de los cambios fue que se dejó participar a las mujeres en los rituales. “Antes solo los hombres recibían los baños de florecimiento. Pero las mujeres empezaron a ayudar a los sabios y ya tuvieron más participación”.
Augusto Calazacón, historiador tsáchila, aseguró que la tradición era que los tsáchilas se reunieran en una sola comuna para festejar el Kasama.
Pero hace unos 100 años, los tsáchilas empezaron a explorar nuevos territorios y la comunidad empezó a dividirse en ocho comunas y cada vez fue más difícil que se volvieran a reunir.
Por eso, incluso se dejó de realizar la celebración de forma grupal. Los jefes de familia organizaban pequeños rituales de un día en sus viviendas.
Pero hace 40 años se volvió a realizar debido a la insistencia de los jóvenes. Sin embargo, ya no se realizan todos los rituales para el florecimiento.
El historiador señaló que se debe a que los poné (sabios curanderos) fallecieron y no compartieron todos los secretos de la ceremonia, que duraba tres días y en la que se practicaban más de 10 rituales.
Ahora solo son cuatro y sirven como preparación para la celebración mayor al sol, que se realiza en junio.
Según la cosmovisión tsáchila, en el ritual de la ayahuasca (bebida alucinógena) el poné recibe instrucciones de los ancestros sobre cómo celebrar al dios del sol (Pipua) en los meses siguientes.
En el Kasama del 2017, la consigna era que los tsáchilas compartieran su cultura con otras etnias para que intercambiaran saberes medicinales.
Por eso este año, los tsáchilas asistirán a la Sierra para celebrar con otros grupos indígenas la fiesta del Inti Raymi, a la que deben llevar ofrendas.