En el sector de El Volador, en la Reserva Ecológica El Ángel, hay senderos para caminatas que permiten disfrutar de la biodiversidad. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Prendas tejidas con lana de oveja, artesanías hechas con paja de páramo, bisutería con semillas nativas y comida típica. Esa es parte de la oferta de la Asociación de Producción Artesanal Mujeres Pasto, de la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Ecológica El Ángel (Asomujpastoreea).
Este frío paraje del cantón Espejo, en Carchi, está cubierto de plantas de frailejón, cuyas hojas parecen orejas afelpadas de conejo. También hay árboles de polylepis y pajonales.
De las zonas de donde es permitido tomar esa vegetación, sale la materia prima con la que artesanas, como Gabriela Íñiguez elaboran artículos utilitarios, como paneras, servilleteros, floreros, individuales, llaveros y otros. Las fibras pálidas de la paja de páramo resaltan en sus manos morenas.
En varias artesanías se incluyen íconos del pueblo Pasto. Íñiguez recuerda que esta organización artesanal se formó el año pasado. Esto se cumplió tras una recomendación del Ministerio del Ambiente, que maneja esta área protegida.
Uno de los objetivos de esta iniciativa es trabajar organizadamente para mejorar la atención a los turistas. Geovanna Montenegro, la administradora de Asomujpastoreea, comenta que hay planes de expansión. También se proyecta la construcción de un punto de venta de artesanías y de comidas típicas de la zona, en el sector de las lagunas, conocido como El Voladero.
Montenegro es una diestra artesana que confecciona piezas de cerámica, con identidad Pasto. Sus dedos dan forma a botijuelas, vasijas y platos, utilizando el barro negro de la localidad y el amarillo que traen de la vecina población de Lita, en Imbabura. Luego, ella cuece las piezas en un horno.
Según Antonio Ibarra, funcionario del área de Turismo del Municipio de Espejo, los artículos son réplicas de las piezas arqueológicas de las culturas Capulí, El Ángel y Cuasmal, que dominaron en la región antes de la llegada de los europeos.
La Asomujpastoreea está formada por 17 pequeñas agrupaciones de manufactureros. Íñiguez, por ejemplo, es delegada de la Asociación Artesanal El Pajonal, que tiene 12 integrantes.
Inicialmente, recuerda la artesana, quisieron formar una corporación con un centenar de vecinos de El Ángel y La Libertad, parroquias que están dentro de la zona de amortiguamiento de la reserva. Pero en ese entonces, no se completó la cantidad mínima de cinco grupos que se requería.
Para mejorar la atención de los visitantes han recibido cursos de capacitación en gastronomía, atención al cliente, contabilidad, entre otros.
Ahí aprendieron a innovar en platos propios de la localidad como el cuy, caldo de gallina criolla o tortillas de tiesto con agua de la planta de sunfo. Esta última, se asegura, es ideal para combatir los efectos de frío y la altura, de este lugar que sobrepasa los
3 000 metros.
La mayoría de alimentos proviene de las granjas de estas campesinas. Estela Paspuezán, una de los guías ambientales, comenta que los turistas extranjeros disfrutan incluso de la cosecha de productos alimenticios de las chacras.
Las mujeres aprendieron además algunas recetas vegetarianas, para satisfacer a todos los visitantes. “Es una propuesta que genera empleo e impulsa el turismo”, comenta Sebastián Cadena, visitante.
La vida en El Voladero transcurre entre la realidad y el mito. Los vecinos del lugar, antes de ingresar, piden permiso a las lagunas. Ellos dicen que así garantizan un paisaje libre de neblina para los visitantes.