Por esos milagros de voluntad y organización a las bibliotecas que mantenían los jesuitas en la Real Audiencia de Quito, les llegaba sin mayor retraso los libros y boletines de las academias que se publicaban en Europa. Así participábamos de las luces del siglo XVIII, el de la Ilustración, el de los enciclopedistas franceses.
Resulta que “el ciudadano más culto que había en la Real Audiencia de Quito” era el Dr. Eugenio Espejo, médico ilustrado. “El indio Espejo” sabía ‘leer y escribir’, como ningún otro en las colonias sudamericanas de España. Con su pluma rompió el mito de la superioridad ibérica. Fue la base y el sustento para que el Dr. Espejo creyera que tenía derecho a ser libre. Estuvo a un paso de sumarse a las huestes de Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, el caudillo Inca de la última rebelión contra el poder colonial, a finales del siglo XVIII. Tengo para mí que el ‘indio Espejo’ se quedó en la Real Audiencia en el entendimiento de que la independencia podría lograrse cuando las rebeliones se dieran en todos los confines y fuera significativo el número de quienes participaran de ideas tan avanzadas. El medio para lograrlo: un periódico que pasara de mano en mano.
Son tales supuestos los que le llevan al Dr. Espejo a fundar Primicias de la Cultura de Quito. Cuenta con el concurso inteligente de su hermana Manuela. El primer número, el 5 de enero de 1792; el último, el 29 de mayo del mismo año. Siete en total. Como las amenazas no arredran a los hermanos Espejo y con cada número de Primicias lo que va quedando claro es que se pretende llegar a la independencia de España, desde Madrid el Consejo de Estado resuelve desautorizar su publicación. El Dr. Espejo es llevado a prisión. Sale en estado agónico por una disentería feroz. Fallece en octubre de 1795. Es enterrado en un erial destinado a los indios, sin nombres ni cruces. De lo que se trata es de lapidar la memoria del Precursor de la Independencia Sudamericana. Cien años más tarde, cuando nadie sabe nada de Eugenio Espejo, cae en manos de Mons. González Suárez un libro de nuestro colega, hallado por casualidad debajo de un jergón en el que ha fallecido un pobre de solemnidad, de los que abundaban en Quito. A partir de entonces los estudios sobre el Dr. Eugenio Espejo van configurando un paradigma.
Entre las aportaciones más notables: el Dr. Espejo se suma a quienes en el siglo XVIII inician la investigación científica y el conocimiento empírico se bate en retirada. Es el ‘indio Espejo’ el que entre nosotros realiza y pone en práctica observaciones científicas que le llevan a ser considerado como precursor de la bacteriología (International Microbiology, vol. 8, No. 4, diciembre 2005).
Razones abundan para que el 21 de febrero, fecha del nacimiento del Dr. Espejo, sea el día del médico ecuatoriano.