“Nuestro segundo papá”

El “inspector” del colegio Mejía, el propinó palazos a sus estudiantes en las nalgas, ha ganado notoriedad y respaldo. “Sus estudiantes”, como dijo en TV al pasear su fama, en medio de bombas lacrimógenas y gritos, proclamaban en las calles su defensa, aclamándolo como su “segundo papá”, en una suerte de exaltación enfurecida a favor del derecho a ser maltratados por un familiar. “Sus padres y madres”, lo justifican, ya que su agresión, no es concebida como tal, sino como “acción correctiva”.

¿Qué concepto de “papá” tienen estos jóvenes, sus padres y gran parte de la sociedad? Es la autoridad familiar que usa la violencia para “formar” personas correctas. Patriarcalismo puro metido en la esencia de nuestro ser.

Ciertamente, en redes sociales, siete de cada diez comentaristas del tema viralizado respaldaba al “segundo papá”: “!Felicitaciones al inspector!...Esa es la manera de frenar a tanto vago, drogado, patán y desobediente”, “Mis padres me dieron duro.. y hoy soy un hombre de bien”, “Un poco de correa es bueno…Que se hagan hombrecitos y no unas ladies”.

Frente a esta mayoría, hay disidentes: “…el adulto centrismo defiende al victimario y culpa a la víctima... La violencia es único mecanismo que conocen para resolver los conflictos…”, “el diálogo, el afecto, los valores y el desarrollo de capacidades para descubrir los límites son los mejores instrumentos para formar personas responsables, respetuosas, no sumisas, democráticas y críticas”
Somos una sociedad enferma que desde la colonia naturaliza la violencia y el autoritarismo. Sociedad paranoica que se escandaliza con el acoso sexual, pero aplaude el garrote y el viejo lema: “la letra con sangre entra”. Sociedad hipócrita que socapa al violento e incluso lo encumbra a la silla presidencial. Pero no es toda la sociedad. Hay familias, maestros y escuelas que practican otra educación.

¿Qué pasó al colegio público más emblemático del país, fundado en los valores de la libertad y de la justicia social? ¿En dónde se perdió la lucha estudiantil que se expresaba en defensa del pensamiento laico, del respeto al “otro”; dónde está la rebeldía ante las tiranías, que es rechazo a la opresión y a la violencia en todas sus formas?
La tendencia de educación integral inspirada en valores promovida por los maestros normalistas fue dejada de lado por el Estado a partir de los años 70. Y desde el 2007, se impuso, remozándolo, el modelo que estaba desde antes, el que recrea la cárcel y la fábrica en las escuelas.

Hay que liquidar el modelo educativo vigente y retomar la ética en la educación y en la sociedad. ¡Descolonizar el espíritu e instituciones! Los estudiantes y profesores del Mejía que rechazan la pedagogía del garrote, son el germen para retomar la historia del colegio. Esto, anhelamos muchos ex Mejías.

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