La complejidad de la guerra en Siria no es fácil de entender. El más reciente episodio es el derribo del avión de combate F-16 de Israel. Las autoridades del Régimen de ese país lo consideran un escalamiento bélico y advierten sobre la intervención iraní.En el 2011, distintos grupos rebeldes buscaban derrocar al dictador civil y laico Bashar Al Asad. Eran grupos armados, unos religiosos y otros rebeldes de distinta orientación, que solo tenían un objetivo común y apoyo económico internacional. Estalló una guerra civil que, según cifras de Naciones Unidas del 2016, ha causado al menos 400 000 muertos.
Al Asad, hijo de Hafez, siguió los pasos de su padre. En Siria no hay libertad para la oposición y la pobreza cunde.
Aliados estratégicos de ese país han sido primero la Unión Soviética y luego Rusia, hasta hoy. La venta millonaria de armas ha fortalecido esa alianza. Quizá eso ha neutralizado la intervención frontal de otros países de Occidente.
A la guerra civil sangrienta se unió la ofensiva brutal del autodenominado Estado Islámico. Con un despliegue militar y terrorista que nació en Iraq, varias de las ciudades sirias sufrieron el asedio y los pozos petroleros fueron tomados y saqueados por los integristas, añadiendo un nuevo golpe a la empobrecida economía siria.
Si bien esa intensidad ha declinado, los impactos dejaron honda huella de muerte y destrucción. Siria, con siete años de guerra civil, sigue como potente foco de conflicto.