La capital del Ecuador no para de crecer. Todo ello y pese a la contracción del sector de la construcción -uno de los más dinámicos de la economía y con fuerte sinergia social-. La demanda es constante.
Todo un debate urbanístico pasa por la expansión hacia el eje longitudinal de la ciudad y a los valles circundantes -llamadas en su momento ciudades satélite-, o en su defecto concentración urbana allá donde el tráfico no aguanta más y el crecimiento vertical es sinónimo de congestión de personas y automotores.
El crecimiento de las ciudadelas para vivienda viene acompañado de la demanda de servicios, vías, iluminación, agua potable y alcantarillado que se deben extender y son costosos para la ciudad. Y luego acceso, movilidad y seguridad; todo está concatenado.
En Quito hay 2987 proyectos en marcha. El sur crece en mayor medida, le sigue el norte y, como ya se ha apuntado, los valles aledaños. Hay proyectos privados e iniciativas municipales. A ello habrá que sumar, en una velocidad distinta que ojalá tome vuelo, los complejos urbanísticos del plan de vivienda ofrecido por el Gobierno.
La clave de todo es que el crecimiento sea ordenado, con planes para el transporte y la movilidad, y servicios de buena calidad. A ello se sumarán las iniciativas privadas y comerciales.
Este desafiante crecimiento urbano debe tomar en cuenta las recomendaciones de la cita de Hábitat para vivir mejor.