Más allá del debate político y de los atropellos a la expresión democrática libre, el drama humano es el eje de la crisis venezolana.Muertos por las protestas, opositores detenidos, la libertad de expresión tremendamente restringida son
apenas muestras del problema de fondo. La paupérrima situación hunde a millones de personas en el desempleo, la
hiperinflación y la falta de alimentos.
Mientras el gobierno de Nicolás Maduro, en contubernio con el Consejo Electoral, controla e impone elecciones anticipadas para aprovechar la fragilidad de una oposición dispersa, miles de personas salen cada día de ese país.
Colombia toma tristes medidas bloqueando decenas de pasos fronterizos. Los datos entregados por la prensa internacional cifraban el éxodo obligado en más de 30 000 personas al día.
Al Ecuador siguen llegando venezolanos desesperados, unos se quieren quedar, otros van de paso a Perú, algunos pocos tratan de traer dinero e invertir. Todos viven la dura historia a su manera.
Pero hay otras realidades que desgarran. Hoy, la vida se da la vuelta para miles
de ecuatorianos que huyeron en busca de trabajo y encontraron en Venezuela, en tiempos de petrodólares, un lugar para prosperar.
La crisis venezolana repatria, en algunos casos 30 o 40 años después, a muchos compatriotas. La nota de EL COMERCIO publicada ayer relata algunas anécdotas de la otra cara de la crisis humanitaria de Venezuela y su impacto en miles de ecuatorianos.