Otro que necesita una despedida

Abierta y frontalmente apoyé al Gobierno cuando decidió dar asilo a Julián Assange. Escribí un artículo en este Diario que fue tremendamente controversial. Todavía considero que había fundamentos suficientes para concederlo, y no me arrepiento de mi postura inicial.

En esos momentos había suficientes indicios de que Assange era víctima de una persecución política por causa de la información que reveló, que no necesariamente enfrentaría tribunales imparciales, o que se le condenaría a penas que nuestro ordenamiento jurídico no reconocía (recordemos las declaraciones públicas de funcionarios americanos que reclamaban la pena capital e incluso su ejecución en territorio internacional). Pero ahora tengo la firme convicción que el Ecuador deber retirarle la protección que se le dio. ¿Por qué? Pues, por las repetidas y flagrantes rupturas que este individuo ha hecho de su condición de asilado.

Tengámoslo muy claro, el derecho internacional prohíbe tajantemente la militancia política internacional que Assange practica desde nuestra embajada. El Tratado sobre asilo y refugio político de Montevideo de 1933 señala, “Mientras dure el asilo no se permitirá a los asilados practicar actos que alteren la tranquilidad pública o que tiendan a participar o influir en actividades políticas.” Y aún más, en su artículo 5 precisa, “…si se negara o infringieran cualquiera de esas condiciones, el agente diplomático comandante hará cesar inmediatamente el asilo.”
Si el Ecuador concedió asilo con apego al derecho aplicable, precisamente en virtud de esas mismas normas, hace rato que Assange debería haber sido expulsado de nuestra embajada. Recordemos que muchos académicos ecuatorianos pidieron el fin del asilo a Bucaram en Panamá, cuando se permitió hacer declaraciones de carácter político. Pues bien, la militancia de Assange ha sido muchísimo más intensa. Además, radicalmente alejada de la postura internacional del Ecuador.

Interfirió gravemente en las elecciones americanas pasadas, publicando información negativa sobre Hillary Clinton. Además, hay importantes indicios que dicha información la recibió desde Rusia, como parte de la estrategia de ese país de apoyar la presidencia de Trump.

Ahora se trata del proceso independentista catalán. En la embajada de nuestro país, Oriol Soler – un ideólogo clave de los separatistas – se reunión con Assange. Si esto fuera poco, el asilado ha dado videoconferencias difundidas por internet en las que se pronuncia a favor de la independencia de Cataluña.

Assange ya no es un símbolo de la libertad de expresión, y nuestro país ya no es un protector de los perseguidos políticos.

El primero es un rupturista a escala planetaria y el Ecuador un inexperto en derecho internacional.

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