Las medallas y triunfos del atletismo juvenil evidenciaron la endeble organización deportiva del país. Los tiempos han cambiado. Y para bien. Los deportistas se olvidaron de actitudes sumisas y con valentía denunciaron sus pobrezas y privaciones.
Incluso, junto a sus entrenadores tuvieron la dignidad de expresar su malestar después recibir forzadamente migajas del pastel del alto rendimiento.
El Ministerio del Deporte está obligado a replantear un obsoleto plan de Alto Rendimiento que inexplicablemente deja por fuera a los verdaderos talentos deportivos, mientras sigue apoyando a deportistas que -por edad, rendimiento y marcas- cumplieron su ciclo internacional.
Los casos de Glenda Morejón, Frixon Chila, David Hurtado, Carmen Toaquiza, Katherine Tisalema, entre otros, medallistas mundiales, panamericanos y sudamericanos, requieren una solución inmediata. Y no solo ellos, sino Romina Cifuentes y Yuliana Angulo, integrantes de la mundialista posta 4×100.
Está claro que Andrea Sotomayor heredó un Ministerio desordenado, sin embargo, está obligada a reestructurar el plan de Alto Rendimiento y reformar la Ley del Deporte, reflejo de un arcaico sistema centralista.
Si el Ministerio no se apresura se mantendrá la línea de trabajo de las administraciones anteriores. Y sería lamentable ante una brillante oportunidad para impulsar un nuevo estilo de organización.