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Un verdadero contraste se vive en Quito acerca del empleo. Por una parte tiene la tasa más baja de subempleo, comparada con Guayaquil, Cuenca, Ambato y Machala, pero también tiene la más alta en cuanto a desempleo, según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Inec), con corte a septiembre del 2017.
EL COMERCIO DATA preparó una herramienta interactiva que le permite comparar los dos indicadores laborales en los últimos cuatro años en las cinco ciudades del país.
El desempleo es un indicador que mide la cantidad de personas que durante la semana anterior a la encuesta estaban sin empleo y se dedicaron a buscar trabajo sin generar recursos propios. Según Jaime Carrera, director del Observatorio de la Política Fiscal, la dinámica laboral que se evidencia en Quito se debe a que es una ciudad esencialmente “burocrática”.
“El desempleo en Quito y en el resto del país se da por el estancamiento económico, la falta de inversión, la falta de oportunidades. En el caso de Quito hay más empleo formal y menos subempleo porque en general se percibe más empleo formal por la burocracia que es mayor, por ser el centro político del país. Generalmente la burocracia tiene empleos formales y también las empresas. Sin embargo, también hay subempleo”, enfatiza.
Comparados los índices de desempleo en Quito, entre septiembre 2014 y septiembre 2017, el año más difícil fue el 2016, cuando la tasa llegó al 8,7%. Este año, ese índice mejoró , pues bajó 1,1 puntos porcentuales y se ubicó en 7,8%. Hay que tomar en cuenta que esta tasa se calcula con base en la Población Económicamente Activa (PEA), que a septiembre pasado estuvo en 876 289 personas.
Consuelo Vergara, de 54 años, perdió su empleo hace apenas 15 días. Ella trabajaba como asistente de gerencia en una distribuidora de material ferretero. Sus jefes decidieron finiquitar su contrato. “No tenía una buena relación con una jefa y creo que por eso me despidieron”.
Comenta que desde el día en que perdió su trabajo ha empezado a buscar otra fuente de sustento, pero asegura que la edad es una desventaja. “Ahora en todo lado piden gente de no más de 30 años y eso representa un problema para quienes todavía podemos y necesitamos trabajar”. Por el momento está dedicada a su hogar, pero espera pronto encontrar un nuevo empleo.
Daniel Chacón, en cambio, se graduó como publicista hace un año, pero hasta el momento no ha logrado conseguir un empleo. Por ahora ayuda en las labores de su casa, mientras continúa esperando que lo llamen de algún lugar en donde ha dejado su carpeta.
Estefany Herrera es una joven de 24 años que egresó de la carrera de psicología clínica. Aunque en el momento está elaborando su tesis, ha intentado conseguir empleo para colaborar con los gastos de su familia. “Es complicado conseguir algo porque en todos lados me piden el título y experiencia de dos o tres años y eso es un absurdo”.
En el futuro -agrega Carrera- puede aumentar el desempleo o el subempleo porque la economía se está acoplando a una falta de liquidez, al estancamiento económico de la deflación de precios.
Esto está impactando notablemente en el sector productivo porque los costos de las empresas superan los precios que están a la baja y muchas empresas tienen pocas posibilidades de reducir costos. Así, con precios a la baja, las empresas tienen dos posibilidades: o generan desempleo o cierran.
Entonces hay una adaptación de la economía a un sistema dolarizado con poca liquidez y con baja productividad. Entonces en el futuro va a haber mayor desempleo, cierre de empresas y estancamiento económico.
Esto no solo pasa en el sector privado. Alexander Martínez, de 30 años. Él es licenciado en diseño y se quedará sin trabajo desde enero de 2018. En la institución en la que trabaja le notificaron que su contrato excedió el año que se contempla para su puesto y debía salir. “El próximo año se abrirán los concursos de mérito y oposición pero nada asegura que pueda ganar el puesto”, dijo.
De su separación se enteró 15 días atrás. Desde ese momento empezó la búsqueda de un nuevo trabajo. “Mientras encuentro algún empleo fijo trabajaré por mi cuenta en los trabajos que pueda conseguir”, comentó.
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65 883 personas en Quito están en el subempleo
Sara Matheus y Martin Balseca son jóvenes emprendedores que se dedican a la venta de sánduches de pollo en los alrededores de las universidades que están ubicadas en la avenida 12 de Octubre, en el norte de Quito. Su negocio empezó hace un mes por la necesidad de tener un ingreso económico y a futuro tener su propio local. Al día venden unos 80 sánduches, aproximadamente.
Su día empieza a las 4 de la mañana, escogen debidamente los ingredientes, deben estar frescos, los lavan, después preparan el pollo para armar el sánduche junto con los otros productos y así queda listo para ponerlos en la caja y comercializarlos.
Los jóvenes Sara y Martin decidieron vender sánduches a la salida de las universidades, para tener un ingreso económico. Foto: Ivonne Mantilla/ EL COMERCIO
“Desde que salimos del colegio nos hemos dedicado a las ventas. Sin embargo, la remuneración no compensa con el esfuerzo que nosotros damos, por eso quisimos emprender en este negocio para ser nuestros propios jefes y las ganancias se quedan con nosotros”, explicó Matheus.
Sara y Martín están dentro del segmento del subempleo. Para las cifras que maneja el Inec, en este apartado se contemplan las horas trabajadas durante la semana, los ingresos percibidos y la disponibilidad para trabajar horas adicionales.
Aunque empezaron hace pocos días a vender su sánduches por esta zona de Quito, Martín afirma que su producto ha tenido bastante acogida por parte de los estudiantes y transeúntes del lugar. Sin embargo, si tienen la posibilidad de realizar un trabajo para recibir un ingreso adicional, lo hacen.
En Quito, la tasa de subempleo a finales de septiembre desde el 2014 ha sufrido variaciones. Al inicio de este período fue de 3,3% (28 771 ciudadanos) y tuvo su punto máximo en el 2016, cuando 79 195 personas fueron registradas en este segmento, es decir, más del doble. Para el 2017, la cifra se ha reducido 1,2 puntos porcentuales.
Sin embargo, para Manuel Cajilema, de 64 años, la realidad es otra, porque sigue en el subempleo. Es oriundo de Riobamba y se dedica a la agricultura en la afueras de esa ciudad y cada semana viene a Quito para dedicarse a la venta en las calles de Quito o cualquier tarea que le pidan. Dice que las ganancias que obtiene por la venta de sus mangos, no es suficiente para solventar los gastos de su hogar.
Cajilema trabaja desde las cinco de la mañana hasta las siete de la noche y afirma que es difícil llevar el pan a la mesa. “Con mi carreta recorro toda la avenida amazonas, buscando unos centavitos para llevar a mi casa, para la comidita, todo depende de los productos que no estén golpeados, saco unos 6 dolaritos… según el día”.
Si se comparan los datos en las cinco ciudades en donde se realiza la encuesta del Inec, se ve que la capital es la ciudad con la tasa de subempleo más baja. En septiembre del 2017, Guayaquil encabezó el subempleo con el 24,1%, seguida de Machala, Ambato y Cuenca, mientras que en Quito se registró el 7,5% (65 883).
Susana Guamán de 50 años vende flores en los exteriores de la Iglesia Santa Teresita, ubicado en la av. 09 de Octubre, entre Roca y Robles. Junto a su esposo, que se dedica a la construcción, comparten los gastos del hogar. Tienen 10 hijos, de los cuales cuatro todavía estudian y tiene que velar por la educación y sustento diario de sus pequeños. Sus otros 6 hijos ya son casados e independientes.
Susana Guamán ha hecho de la venta de flores su fuente de ingresos para sustentar, junto a su esposo, a su familia. La mujer también comercializa animales de campo para mejorar su ingreso. Foto: Ivonne Mantilla/ EL COMERCIO
Guamán afirma que la venta se redujo cuando algunas instituciones que funcionaban por el sector fueron ubicadas a la plataforma gubernamental. “Al ver que las ventas bajaron, me dediqué a la comercialización de animales de campo, esto me genera otro ingreso para mi hogar. También recorro las calles vendiendo mis rosas que son económicas, el ramito lo vendo a un dólar”, añadió.
La situación económica actual y la necesidad de llevar el pan a su hogar ha ocasionado que más vendedores busquen modos para ubicarse y ofertar sus productos, pese de que existe una normativa municipal que lo prohíbe.
Sin embargo, esto no es impedimento para Jesús María, de 54 años, oriundo de Colombia, quien afirma que una vez le quitaron su mercadería y ahora está más atento para que no le vuelva a suceder.
Los vendedores se desplazan a distintas ciudades para ofertar sus productos y obtener ingresos que les ayude a subsistir. Foto: Ivonne Mantilla/ EL COMERCIO
Jesús recorre no solo la capital sino algunas ciudades del Ecuador. Al país viaja de dos a tres veces al año para comercializar zapatos deportivos en la avenida Amazonas. Recuerda que años atrás las ventas eran buenas “ahora existe mayor competencia, pero con la venta de los ‘zapaticos’ puedo pagar mi cuartito que me cuesta siete dólares”.
Consultado sobre cómo inciden en las cifras la presencia de extranjeros en las calles, Roberto Castillo, subdirector del INEC, dijo que para determinar el impacto de extranjeros se requiere “ampliar la muestra para saber el tipo de trabajo y tiempo en el que se ocupan”.