El paisaje cambió al igual que la dinámica y la cotidianidad. Tras la llegada del aeropuerto Mariscal Sucre a Tababela, el número de hoteles y hostales de tres parroquias cercanas se multiplicó por cinco.
Las zonas rurales de Puembo, Pifo y Tababela contaban hasta el 2013 con siete sitios de hospedaje. Hoy son 35, cuatro de ellos hoteles cinco estrellas.
Los establecimientos que brindan servicio de hospedaje en la zona viven dos realidades distintas. Por un lado, los pequeños hostales han sentido una disminución del número de ocupantes, mientras que en los grandes hoteles han aumentado los usuarios.
Hace cuatro años, cuando Patricio Ortega, dueño del Hostal El Viajero, a ocho minutos de la terminal, supo que estaba por inaugurarse el aeropuerto vio una oportunidad. Vivía en Quito, pero decidió comprar un lote y levantar dos edificaciones donde hoy funcionan 19 habitaciones.
Al inicio, el negocio fue bueno. Al mes recibía a no menos de 300 personas. Pero hace dos años cambió la situación. Al mes recibe máximo a 80 y debió despedir a dos empleados.
Construir el hostal le costó más de USD 250 000. Aún no logra recuperar la inversión. Utilizó todos sus ahorros y todavía tiene cuatro años más de la deuda con el banco.
René Brito es dueño del Hostal Amanecer, con 10 habitaciones. Recibe al mes a unas 50 personas, lo que le deja unos USD 500 de ganancia.
Ambos propietarios barajan varias causas que explican la falta de clientes: la inestabilidad política, el terremoto y sobre todo la competencia.
Solo en Tababela hay 14 establecimientos legales. Brito cuenta que operan decenas de ilegales. Son casas que vía Internet buscan turistas y les ofrecen servicios de alojamiento a precios cómodos.
Al no tener que pagar permisos ni impuestos, dice Brito, pueden abaratar costos. En línea se puede hallar habitaciones hasta por USD 10. En sitios formales hay cuartos desde los USD 18 por noche.
La mayoría de clientes son viajeros que están en tránsito, ya sea que tienen un vuelo muy temprano al otro día o arriban muy tarde. Las personas pasan allí solo la noche.
El movimiento es similar en la Hostería Mi Huasipungo. Nancy Gallardo, su administradora, comenta que el ritmo aumenta sobre todo en la noche, cuando llegan viajeros de Estados Unidos, Europa, Colombia, Venezuela…
Esa dinámica hotelera va atada a los horarios de operación del aeropuerto. Desde las 22:00 hasta la 01:00 arriban unos 18 vuelos dependiendo del día. La mayoría de Miami, Houston, Atlanta, Bogotá, San Salvador, Panamá y Lima.
Entre las 04:00 y las 10:00, en cambio, salen hasta 25 vuelos.
Las estadísticas de la terminal revelan que ha habido una disminución del movimiento en el aeropuerto. Luis Galárraga, gerente de comunicación de Quiport, explica que entre el 2015 y el 2016 hubo una reducción del 9,4% en el tráfico.
Pero esa disminución no ha sido percibida para los grandes establecimientos. Un ejemplo es el Hotel Wyndham Quito Airport, que está operativo desde marzo del 2016.
Es el único hotel que está dentro del complejo del aeropuerto y es el más cercano.
Andrés Pachano, gerente de la unidad de negocios del hotel, asegura que se cumplió con las expectativas de inversión. Dispone de 150 habitaciones a precios que varían entre los USD 110 y 140.
Reciben unos 145 huéspedes al día y actualmente la ocupación está entre el 60 y 70%. El segmento más importante son pasajeros del aeropuerto, pero además tienen como clientes a las aerolíneas y tripulaciones. Si hubiese algún problema en el vuelo se hospedan allí.
El próximo mes se inaugurará el Eurobuilding Quito, un hotel de lujo a 7 kilómetros de la terminal. Empezó a construirse hace dos años y tendrá 145 cuartos, piscina, canchas…
La aparición de hoteles, restaurantes y otros negocios dinamizan la zona y hacen que el sector se convierta en un polo de desarrollo de la ciudad, dice Mauricio Moreno, urbanista y catedrático universitario.
El aeropuerto moviliza a cerca de 14 000 personas cada día y los negocios deben satisfacer sus necesidades.
Es clave, dice Moreno, que la autoridad controle ese crecimiento para que sea ordenado y no genere otros problemas. Y que capacite a la población en la prestación de servicios.