Santiago Bucaram, catedrático de la USFQ. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Debate
Así estamos
Actualmente el Ecuador padece una crisis económica muy seria, y no es consecuencia del terremoto del pasado 16 de abril; las causas se remontan a antes de este fatídico día. Este desastre natural solo exacerbó las perspectivas desfavorables que ya se tenían de la economía ecuatoriana. Puntualmente, hasta antes del terremoto, varios organismos multilaterales preveían una contracción de la economía (CEPAL:-0.1%, Banco Mundial:-2%, FMI:-4.5%). La causa principal de esta crisis es el crecimiento excesivo del gasto público (de 21% del PIB en 2006 hasta un máximo de 44% en 2014), lo que generó que la economía en su conjunto dependa malsanamente de las finanzas públicas. A esto hay que sumarle la incapacidad del Gobierno de ahorrar para poder enfrentar eventos inesperados, así como el aumento descontrolado de los niveles de deuda pública (mucha de esta onerosa). En conjunto, esta fue la receta perfecta para volver la economía vulnerable a shocks internos y externos. Y no fue hasta mediados de 2014, cuando el precio del petróleo comenzó a caer y el dólar empezó a apreciarse, que se comenzaron a evidenciar las grietas del sistema económico propuesto por la Revolución Ciudadana. El terremoto simplemente aceleró el colapso de este sistema que ya presentaba fallas estructurales peligrosas.
Las salidas
Hasta el día de hoy el Gobierno ha ignorado las sugerencias de distintos analistas para poder salir de la crisis económica. El terremoto le ha obligado a implementar algunas de estas recomendaciones que tanto se rehusaba a adoptar; como, por ejemplo: buscar fondos en agencias multilaterales, vender activos públicos, entre otros. No obstante, se ha empecinado en mantener el gasto público y seguir con el aumento injustificado de impuestos y tasas, lo cual es contraproducente. Por lo que es urgente que el Gobierno comprenda que la prioridad actual es aumentar la competitividad del sector productivo exportador a través de medidas contra-cíclicas, como la reducción de la carga tributaria y la eliminación de las salvaguardas.
Asimismo, los ciudadanos y las empresas debemos entender que estamos frente a una situación complicada y por ende es posible que sea necesario recurrir a ciertos ajustes dolorosos. No obstante, para que el Gobierno obtenga legitimidad implementando dichos ajustes, estos deberán sustentarse en dos pilares: Primero, evidencia sólida y cálculos técnicos sobre: a) el impacto económico real del desastre natural; b) la responsabilidad de los sectores públicos y privados en la reconstrucción; y c) el impacto de las políticas económicas en la sociedad. Y segundo, que el Gobierno muestre señales de responsabilidad; adoptando, de manera inmediata, un plan estricto de austeridad del gasto público.
El Gobierno también debe recordar que el fin nunca justifica los medios, incluso en estas lamentables circunstancias. Por ello debe desistir de cualquier mecanismo de expropiación o confiscación solidarias de recursos privados.
Y, pensar en medidas realmente creativas como puede ser un proceso de moratoria y renegociación de la deuda con los acreedores externos, especialmente con China, la cual cobra sentido en estos momentos.